19 octubre 2006

El poder de lo ínfimo...

¿A qué huelen las nubes? No. Esto no es un anuncio de compresas, la verdad, pero hoy quiero expresar una de esas dudas que surgen un día y no encuentras respuestas. Mi bombilla mental se encendió el otro día cuando, en una de esas necesidades primitivas, acudí a mi cita con el señor Roca. Abrí la puerta y ¡zumba! una bocanada de aire putrefacto afectó a mis fosas nasales con tanta fuerza que tuve que cambiar de ubicación depositoria. Es decir, que alguien se me había adelantado y había encerrado un perfume destructor en un habítaculo de metro por metro. ¡Asesino! Pensé yo. Pero al segundo me vino la idea que quiero ahora explicar. ¿Por qué pasó eso? ¿En qué momento mi cerebro procesó que algo pasaba ahí y que no convenía estar? Si no había nada... No se veía nada, y sin embargo sí lo había. Entonces me pregunté ¿qué es el olor? Me imaginé pequeños bichiiiiitos invisibles, pero claro ¿cuántos? ¿Cuántos bichitos se necesitan para hacer un olor? Curioso mundo... moléculas ¿de qué?¿cuántas? Los olores son algo muy poderoso. Muy pocos puntos dispersos por el aire son capaces de provocarnos multitud de sensaciones. ¡Hagamos un monumento al olor! ... Pero, ¿como hacemos eso?
La relación del Olor con recuerdos es una de las cosas que más me llaman la atención. Tiene más poder el recuerdo de un olor que una fotografía. Despierta todos los sentimientos que en los momentos a los que ése olor te vino al olfato. Una tarde de lluvia en el pueblo, el aroma a romero o hierba buena, el olor del tabaco del abuelo, el perfume del primer amor, el olor a bacalao de... olores, recuerdos en milésimas de milímetros esparcidos entre billones de partículas y aún así, tan poderoso. Se vuelve a demostrar así que el tamaño no importa, sino las sensaciones que ello provoque... (dijo un pichacorta)

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